ESTILOS DE MANDO


El estilo de mando influye en el ambiente de trabajo y en las relaciones entre los trabajadores y entre éstos y los jefes, porque las actitudes del superior o jefe repercuten directa o indirectamente en los trabajadores bajo su MANO Y EN EL CLIMA LABORAL.


ESTILOS DE MANDOS


El primer estilo podría ser el mando ABSORBENTE, que es sólo jefe de sí mismo. No es que no tenga a nadie a su servicio, es que no sabe sacar partido de su equipo. Mientras su gente se cruza de brazos, porque apenas sabe qué hacer, el jefe absorbente planifica el trabajo él solo y se asigna a  sí mismo todas las tareas importantes.

Se queja, eso sí, de que no tiene tiempo para todo y que nadie le ayuda, pero a nadie considera suficientemente capaz y no se queda tranquilo si no pasa todo por su mano. Es muy trabajador, pero no se atreve a ejercer como auténtico mando.

El mando AUTORITARIO subsiste en nuestros días, para desgracia de la gente que está a su cargo. Este mando emplea el poder de forma coercitiva, haciendo uso de amenazas y castigos para el que incumpla sus órdenes. Impone sin disimulos sus propias decisiones. No quiere saber lo que piensa la gente, porque según él, no se les paga por pensar, sino por trabajar. 

Abusa de sus subordinados en la medida que se lo permitan. A decir verdad, colma esa medida y la rebasa, “se pasa”, aunque también teme la sublevación. Se autocontrola en función sobre todo de la valía de la gente y la posibilidad que tenga ésta de huir hacia otros trabajos. Se ensaña sin pudor cuando sostiene la sartén por el mango, por eso resulta especialmente despreciable. Lógicamente está hoy muy mal visto en países y entornos  donde se defienden los derechos humanos.

El mando PERSUASIVO es otro estilo de jefe autocrático, pero que actúa con diplomacia y modos aparentemente suaves. Se dice que es un jefe autocrático de tipo venusiano, en contraposición al jefe autoritario, que es  tipo marciano.

Es en esencia manipulador: emplea su habilidad y toda clase de argumentos y argucias para lograr que sus decisiones sean aceptadas de buen grado. No admite desviaciones ni matices, las cosas han de hacerse tal y como él nos las ha enseñado.

Trata de evitar por todos los medios el enfrentamiento con sus subordinados. Y si hay que llegar a eso, busca a algún mando intermedio que sea el que amenace o castigue. Él mantiene a toda costa el prurito de no mancharse las manos con sangre de nadie. Aunque también se da el caso del directivo que hace gala de estar a todas: “yo me entiendo bien con mi gente por las buenas, pero eso sí, si alguien se desmanda, también sé responder, que a las malas, no hay quien me gane”.

Otro estereotipo cada vez más frecuente es el mando NEGOCIADOR, que pacta con sus subordinados y les deja hacer a su antojo en unas cosas siempre que cumplan sus órdenes en otras que le afectan personalmente o considera fundamentales. Hace la vista gorda cuando los suyos se toman libertades en principio inadmisibles, a cambio de que no les fallen en determinados asuntos. 
Las obligaciones del trabajo se hacen en definitiva como favores personales, que se pagan mediante distintas concesiones.

Este tipo de mando contemporizador se produce sobre todo cuando el jefe padece escasez de recursos coercitivos.
Es el caso de los empleados que saben que cualquier clase de castigo le está vetado por la superioridad o por los sindicatos. O cuando ni la remuneración, ni siquiera la permanencia en el puesto de trabajo, depende de lo que opine de ellos su mando directo. 
Y falta de otras mejores habilidades de liderazgo, no le queda más salida que la de ir pasteleando con los que tiene al lado.
Frente a tanto despropósito de estilo de mando, las que fueron en su día modernas ciencias del comportamiento y hoy son ya de la tercera edad, han diseñado unas formas muy sanas de mandar. 

El mando PARTICIPATIVO emplea su capacidad personal e incluso sus recursos jerárquicos para potenciar una situación abierta, en la que todos participan con igual peso en las decisiones conjuntas y en la que se trabaja en equipo. A cada miembro del grupo se le requiere para que opine y sugiera mejores formas de hacer y aporte sus experiencias.



Se elaboran las decisiones con el mayor consenso posible y total transparencia. No se esconden tampoco los resultados: los triunfos se consideran fruto de la labor de todos y estimulan la continuación mientras que los fallidos provocan directamente el cambio.

El jefe se reserva quizás alguna tarea específica y en este sentido es un colaborador más, pero además coordina la labor de todos, presta ayuda a quien lo necesite o la busca en otros, está pendiente de la moral y buen ambiente del equipo. Está siempre disponible.

Cuando los miembros del equipo sean muy maduros y experimentados y sobre todo cuando las circunstancias especiales lo aconsejen, el jefe podrá recurrir al MANDO POR DELEGACIÓN. El subordinado trabaja por su cuenta, según su propia iniciativa, para alcanzar los objetivos que ha consensuado previamente con el jefe. El delegado se hace plenamente responsable de ellos.

Conjuntamente habrán dispuesto también los medios precisos para lograr esos objetivos. Al final de la etapa marcada, volverán a reunirse jefe y delegado para valorar los resultados y tomar las medidas que estimen necesarias. Pero ante cualquier imprevisto, el empleado podrá recurrir al jefe para demandarle consejo o ayuda extra.

Podríamos incluir todavía en este elenco de estilos, al mando PERMISIVO, aunque a decir verdad es la negación del mando. Deja hacer al equipo lo que le plazca. No tiene en cuenta la poca o mucha madurez de su gente para asumir sus tareas. No interviene, de nada se ocupa, ha abandonado en la práctica cualquier aspecto de su responsabilidad como directivo. Es mando sólo de nombre, esto es, únicamente a la hora de figurar en nómina. 

Las personas tienden a centrarse más en uno de los dos parámetros, haciendo que los estilos con los que nos encontramos varíen en función del desplazamiento por una de las dos coordenadas.
Salvador Escala, en su libro “Psicología para directivos”, menciona el trabajo realizado por Blake y Mouton en 1969 sobre este tema donde definen los siguientes estilos:

El jefe explotador.- el objetivo del jefe está muy alejado del objetivo de sus subordinados, el cual no es tenido en cuenta.  Una de las consecuencias de este estilo de mando es que disminuye la calidad del producto y la integración de los hombres.

El jefe protector.- no se imponen topes o metas.  Se invita a que los subordinados los impongan ellos mismos.  Estas metas se elaboran de común acuerdo.  Si todo el mundo tiene como meta el progresar se evitan conflictos.  Sin embargo ¿se asegura el éxito de la empresa?

El jefe pasivo.- no existen objetivos propiamente dichos.  En todo caso no hacen referencia a la producción ni al personal.  El jefe tiende a lograr su seguridad.  No busca ni prestigio ni perfección.  Sólo, cobrar su salario, y esperar el retiro.

El jefe compromiso.- Sus objetivos son los de mantener el equilibrio entre los intereses de la empresa y los de los individuos, así marca objetivos proporcionados a la capacidad media de los individuos.  El plan no es un tope a conseguir a toda costa, sino una orientación.  No se avergüenza de no llegar a la meta, si el resultado es estimable.  Se anima a la mediocridad en todo, y se trabaja pensando en estar en forma para una larga carrera.

El jefe motivador e integrado.- Lo más importante es comprender y hacer comprender que los objetivos de las personas y los de la empresa no son opuestos, sino que es interesante ponerlos  en la misma línea  desde un principio.  El personal pone toda su energía cuando conoce los objetivos que hay que conseguir y está de acuerdo con ellos.  Los objetivos tienen que ser claros y realistas para que supongan un reto.

El coaching ejecutivo no sólo ayuda a los ejecutivos a descubrir sus puntos fuertes, sino que también permite alinear los objetivos organizacionales con aquellos de sus recursos para que todos se beneficien y trabajen más motivados.





NUESTRA OPINIÓN



Los estilos de mando influyen de una manera considerable en la relación entre las personas y sus jefes. La forma de tratar de los superiores dice mucho del clima laboral en que se desenvuelven, debemos identificar de qué tipo es nuestro superior, una vez identificado tratemos de encontrar la forma más fácil de dirigirnos hacia ellos y así generar un ambiente sano dentro y fuera de la empresa.




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